Por Cristian Helou
En sus últimas intervenciones deportivas, el gobernador Omar Gutiérrez siempre encontró el hueco para mencionar el estadio de fútbol que proyecta realizar en la capital neuquina durante su segunda gestión al frente de la provincia. Tira la data en cuentagotas, pero ya avisó que será para 20.000 personas y que formará parte de uno de los diez espacios multifunción que piensa para la ciudad.
Está claro que estos anuncios van de la mano con la campaña que lleva a Mariano Gaido como aspirante a la intendencia. Decididos a recuperar el mando de la capital luego de 20 años, la “revolución deportiva” de tono provincial tiene un capítulo determinante en la ciudad más poblada de la Patagonia.
Ya se mencionó la palabra estadio y también se sabe lo de las 20.000 almas, pero hay otros datos que están bajo siete llaves. Por alguna hendija se pudo saber que la ubicación más tentadora es en la meseta, a la altura del tercer puente de la ruta 7. Es un predio de 32 hectáreas y además de la cancha también se piensa en una pileta olímpica (50 metros). Sería un trabajo en etapas que comenzaría con la construcción del estadio. Hay maqueta, también algún video y pronto saldrán a la luz.
El lado positivo
En medio de un crecimiento vertiginoso e incontrolable, es lógico pensar que a Neuquén le falte un gran estadio. Los mejores reductos de la provincia están en Centenario (Gigante del barrio Sarmiento) y Cutral Co (Coloso del Ruca Quimey), que incluso logró meterse en el calendario de la Copa Argentina. Sin embargo ahí se terminan las aspiraciones. Para eventos internacionales o la presencia de algún equipo grande se necesita otro tipo de escenario y la capital es, sin dudas, la indicada para tenerlo.
El lado negativo
Es paradójico que se hable de un gran estadio de fútbol cuando ningún equipo local está en condiciones de trascender. Independiente, la referencia, viene de descender del Argentino A y, peor aún, también perdió la categoría en la liga local. Si el equipo más importante de la ciudad está en un momento complicado, qué queda para el resto. Es ahí donde hay que trabajar. Todos ya fueron beneficiados con la carpeta de césped sintético y, a partir de esto, crecieron. Pero la realidad es que a ninguno le da el cuero para encarar de manera seria un proyecto nacional. Y menos aún para usar un megaestadio.
La inevitable paralela con el Ruca Che
Son obras muy diferentes y también son otros tiempos, pero es inevitable recordar la cambiante historia del Ruca Che, una de las obras emblemáticas relacionadas con el deporte. Lo levantó Jorge Sobisch con un presupuesto fastuoso para la época, fue un dolor de cabeza para su sucesor Felipe Sapag, a tal punto que el gigante sufrió un importante deterioro. Volvió Sobisch y lo reflotó. Llegó el turno de Jorge Sapag, que primero sufrió el efecto contagio de su tío y lo miró de reojo, pero en su segunda gestión lo enderezó. Gutiérrez lo mantuvo, agrandó el predio y el estadio recobró vida. Hoy se lo exprime, aunque lejos está de cobijar el deporte de alta competencia, que fue el objetivo de su construcción.
Cualquier distraído que lea este paso a paso pensaría en gobernantes de distinta bandera política, pero no. Y eso es lo que genera una obra de esta envergadura. Sin una actividad deportiva profesional continua, sin referencias, es lógico que semejante infraestructura moleste en los cambios de gobierno. Lo ven ahí, sin el uso para lo que fue construido y surgen las dudas. Con el estadio de fútbol puede ocurrir lo mismo….
La conclusión
Por movimiento económico y crecimiento constante no es descabellado pensar en un estadio de las características que se mencionan para Neuquén. Permitiría una importante inserción de la ciudad en el deporte nacional e incluso internacional (por ejemplo, se podría aspirar a un partido de la selección Argentina de fútbol en Eliminatorias o de Los Pumas por el Rugby Championship). Sin embargo, se trata de hechos muy aislados.
Lo ideal (casi soñado) sería que algún club de la ciudad se adueñe de ese estadio. Que despegue, que trascienda, que se meta de prepo. Hoy es difícil, casi imposible. No hay campañas de socios, el público no se engancha, no hay recambio dirigencial, no hay ideas. Lo que sí hay y de sobra, es una dependencia del estado. Y cuando eso ocurre, se sabe, es pan para hoy y hambre para mañana.
En esa estrategia de tirar data justo en tiempos de elecciones municipales ingresa el factor tiempo. Una victoria de Gaido podría acelerar la construcción del estadio. ¿Y si es derrota? El proyecto se mantendrá en pie porque la decisión política es firme y es la carta más importante de Gutiérrez para su “revolución deportiva”.
y porque no reacondicionar los estadios actuales para que tengan capacidad para al menos 8000 o 10000 personas. que tengan buenos baños , buena seguridad , tribunas decentes y seguras , plateas , buena iluminacion , etc…. eso haria que los actuales clubes puedan tener mejores posibilidades YA , y no tener que esperar 20 años para que la cancha pueda rendir sus frutos….