Por Nicolás Tamborindegui
El ascenso de la B a la A despertó aún más la pasión de los neuquinos por el básquet. Por ende, la expectativa para el debut de un equipo local en la máxima categoría de un deporte a nivel nacional era enorme. Neuquén ya era una ciudad basquetbolera y la gente esperaba con ansias el primer partido de Independiente en la Liga Nacional. Encima, el debut era nada más ni nada menos que contra un todopoderoso como Atenas de Córdoba comandado por su emblema (y también de la selección) Marcelo Milanesio
Tras tanto esperar, finalmente llegó ese histórico domingo 26 de marzo del 89. Ya el día anterior, la ciudad estaba conmocionada por la presencia en sus calles de los hermanos Milanesio, Donald Jones y compañía. A fines de los 80, la capital provincial era una localidad en crecimiento, cada vez más grande pero lejos del boom petrolero de los 90 y 2000. El gobernador era Pedro Salvatori y el intendente Herminio Cesar Balda, ambos del MPN y presentes esa noche en La Caldera.
Para los dirigentes, el debut en la liga era, como no podía ser de otra manera, el evento más importante en la historia del club y no querían dejar nada librado al azar. Sin embargo, hubo un inconveniente inesperado con uno de los relojes de 30 segundos la mañana misma del partido, que por suerte pudo solucionarse a tiempo y gracias a… ¡Pacífico! Así es, el archirrival dio una mano grande.
Es que a veces los inconvenientes aparecen en el peor momento, pero también suelen dar lugar a las soluciones más inesperadas. Y eso pasó a horas de ese debut histórico. En la mañana del partido se registró un problema eléctrico en La Caldera que dejó inutilizable uno de los relojes de 30”. Había que pensar rápido y así se hizo: los integrantes de la subcomisión de básquet le pidieron prestado el suyo a sus pares del Decano y desde el clásico rival no pusieron reparo alguno en cederlo y de esta manera evitar un inconveniente para la gran cita.
También surgieron algunas dudas sobre si el marco de público iba a ser el adecuado, ya que había algunas quejas por el precio de las entradas. En esa primera presentación las populares costaban 100 australes y las plateas 250, un costo que para algunos fue algo elevado. Sin embargo, lo que pasó después rompió todos los pronósticos, aun los más favorables: la cancha se explotó (aproximadamente 3.000 personas) y más de 100 quedaron afuera porque no podía entrar nadie más de tan apretados que estaban todos.
Fue la noche de las colas: la gente primero hizo para sacar las entradas los días previos y también el del partido, e hizo cola para entrar a la cancha, además de hacer cola también para comprar un pancho en las cantinas que tenía el estadio. Una en el acceso a la popular de cemento, que daba hacia la cancha de futbol, y otro arriba del acceso a los vestuarios, en uno de los ingresos a la popular de madera. Como dice el dicho, esa noche “no entraba un alfiler”. Deportivamente fue uno de los acontecimientos más importantes en la historia de Neuquén.
Y el espectáculo estuvo a la altura. Fue un partidazo de principio a fin, que se decidió recién en los segundos finales. Al Rojo no le pesó el debut en la categoría ni tener en frente al bicampeón, que demostró toda la jerarquía individual y colectiva a pesar de no tener ese año a una de sus máximas figuras, el Pichi Héctor Oscar Campana
El Rojo era dirigido por Eduardo Darío Armer y el plantel estaba integrado por Daniel Chino Barrales, Gabriel Darrás, Esteba De la Fuente, Mariano Aguilar, Luis Oroño, Néstor Suppi, Horacio Beigier y Fabio Martín como el juvenil que tenía más oportunidades de ver minutos.
Ese año solo se permitía un refuerzo extranjero por equipo y Armer y los dirigentes habían elegido a Lance Wayne Ball. Era un pivot alto (2,08) corpulento y de raza blanca, que había jugado la liga en Unión de Santa Fe en 1986, luego la B en Atlético Regina al año siguiente y en el 88 se había sumado a las filas de Unión Progresista de Villa Ángela (Chaco), otra vez en la A. Tenía 28 años y en 1984 había sido elegido en la sexta ronda del draft de la NBA por los Portland Trail Blazers con el número 134, procedente de la universidad de Western Oregon, aunque no había llegado a jugar en la mejor liga del mundo.
Atenas era uno de los candidatos y contaba con un gran equipo. El técnico era Walter Garrone, el base el inigualable Marcelo Milanesio, los escoltas su hermano Mario y el Chuzo Luis González, mientras que debajo del cesto estaban Diego Ossela, Carlos Palito Cerutti y el americano Donald Chester Jones, además del juvenil Horacio Borghese.
Armer decidió que los iniciales fueran Darrás, Oroño, De la Fuente, Suppi y Ball. El local comenzó marcando hombre desde mitad de cancha, sin ejercer presión sobre el traslado de Marcelo Milanesio. Atenas, por su parte, comenzó con dos tipos diferentes de zonas, para evitar que la pelota llegue a Ball. Los primeros minutos fueron gol por gol, para el delirio de la gente.
De la mano de su base estrella, el equipo cordobés llegó a sacar 12 puntos promediando el primer tiempo. Los pases de Milanesio para los internos Osella y Cerutti provocaban un daño permanente y sin solución en la defensa roja. Pero Armer pidió minuto y llegó un parcial de 9-0 en menos de un minuto, con los triples de Oroño y Aguilar.
En el segundo tiempo la visita volvió a sacar 12, con buenas actuaciones de Mario Milanesio y González, más la puntería de Marcelo (4-5 en triples), pero se dejó estar e Independiente lo emparejó con el empuje de De la Fuente, y hasta pasó a ganarlo por la mínima con un doble de Aguilar ante la locura de la multitud. El ruido ensordecedor que provocaba cada conversión local se percibía a varias cuadras del estadio.
A falta de un minuto Atenas mandaba 90-87 y tenía la pelota. El equipo de Armer logró recuperarla tras un tapón debajo del aro a Jones, pero no supo cómo anotar el triple del empate en el otro costado de la cancha. Primero erró un triple y después le robaron la pelota a Darrás con tan solo 8 segundos por jugar. Así, el resultado no se movió y fue debut y derrota para Independiente, aunque la actuación fue muy buena y la gran cantidad de gente que había colmado La Caldera aplaudió muchísimo al equipo una vez que se produjo el final.
De la Fuente con 22 puntos (7-20 en dobles) fue el goleador del partido, la misma cantidad que Marcelo Milanesio. Oroño y Suppi con 16 también se destacaron en el dueño de casa, mientras que Darrás sumó 14. En los cordobeses, además del base, su hermano Mario y Jones metieron 18 cada uno, y Cerutti 14 con 11 rebotes.
El único aspecto negativo del debut además de la derrota fue la pobre presentación de Ball, el foráneo en quien se habían depositado muchas expectativas. Solo anotó 2 puntos en 12 minutos con una conversión en tres intentos y dos rebotes, uno en cada tablero. En su defensa, hay que decir que se cargó muy rápidamente de faltas y finalmente se fue por 5.
Por la expectativa generada, la concurrencia de público y el fervor demostrado por la gente adentro de la cancha, ese debut permitió que se tomara muy en serio a Neuquén como una plaza importante para el basquetbol argentino, algo que quedaría corroborado durante los siguientes años.
LA SÍNTESIS