Por Javier Marcucci
A los 14 minutos del segundo tiempo se detuvo el partido y la historia de la ADC. También tomó una pausa respetuosa el rival y el fútbol neuquino. Javier Berra, en un cambio acordado, dejaba la cancha y el aplauso empezó a eternizarse en el Gigante del Barrio Sarmiento. Levantó las manos salvadoras el Loco como queriendo devolverle al cielo tanto milagro; treinta años evitando goles en primera es un rato.
Su amigo Laco lo sostuvo en un abrazo y, supongo, en algún instante, juntos, miraron la platea Cabezón Basualdo, porque él también estaba en ese relámpago de emociones. Cada compañero le acrecentó las lágrimas en el camino. El árbitro Luis Biffis le estrechó afectuosamente la mano y Mojarra Dómini primero, pero cada uno de los jugadores de Independiente después, se acercaron para saludar a la historia que caminaba rumbo al cambio. Quizá, se me ocurre, que en el respeto de esos pibes que seguramente vieron poco de Berra, está la maravilla de la historia y la cosecha.
Javier Berra siempre fue un arquero presente. Se ganó tanto la credibilidad del hincha y sus compañeros, que su nombre estaba hasta en tiempos de ausencia. Sin pretenderlo, su figura era parte de la imaginaria solución no bien faltaran respuestas bajo los tres palos. “Tiene que atajar el Loco”, repetía el futbolero si él no estaba de titular. Y más de una vez, la voz generalizada tenía razón. Javi Berra siempre fue el dueño del arco de la Colonia desde adentro, y hasta desde afuera.
Es tarea de fanáticos y memoriosos recordar los grande partidos del Loco. Cada uno tendrá algo para aportar. Este domingo, inclusive, hubo un momento ante el Rojo en que Javi Berra obligó a rememorar hazañas. Resistió a un bombazo y el rebote se hizo largo. Ya la tapada era muy buena, pero había más. Arrodillado y con los brazos abiertos, le puso el pecho a una imposible. Y nada. Fue Berra. Fue el Loco nomás!!! Y fue Cente desde la tribuna aplaudiendo en un amor eterno.
¿47 Berra? Clase 71, la misma que me ha endurecido las articulaciones, y usted revolcándose como pibe. “Siempre voy a estar en la ADC…Y siempre es siempre, entendés… pero en la cancha, ya está”, me dijo remarcando la importancia. La masticó, la sufrió, la tomó. Y hasta se puso como parámetro de permanencia que Cente se quedara en primera. Y la novela bajo los caños entraba en su último capítulo. Les dije, iban 14 del segundo tiempo. Y se fue llorando como un pibe, porque Javier Berra, el que voló de palo a palo siempre, nunca fue viejo…