Por Cristian Helou
Son el blanco más fácil. Se bancan insultos de todos los colores. El escolta visitante puede meter 35 puntos y su equipo mostrar un nivel espantoso, pero la culpa (casi) siempre la tiene el o la árbitro. Pitar y abstraerse de lo que ocurre alrededor es una difícil tarea, pero muchos la cumplen sin despeinarse (sí, abunda el gel) y lo viven con pasión. Hoy, 19 de junio, es el Día el árbitro de básquet y por eso van reseñas de Agostina Mansilla y Luis Chaves, dos que alguna vez tiraron de tres pero ahora controlan que los jugadores no pisen la medialuna.
Agos tiene 25 años y la primera vez que se calzó la pilcha de árbitro fue en 2012. Ya llegó a la Liga Argentina y cumplió con un perfecto paso a paso que la depositó en la segunda escalón nacional.
En esa incansable búsqueda de igualdad que se impone en todos los ámbitos, Mansilla dice que “en lo personal siempre me han tratado muy bien, no puedo quejarme. De hecho, cuando empecé a dirigir me costaba más con las chicas que con los varones. Los hombres siempre me respetaron, siempre. Tanto jugadores como entrenadores y dirigentes”.
De todas maneras agregó que es “una realidad que en otros lugares la situación es complicada para las mujeres, sé que es bastante jodido y esperemos que en algún momento cambie. Acá en Neuquén estamos bien, somos reconocidas y lo importante es estar preparadas para dirigir”.
Desde su Añelo natal, Agos contó que empezó a jugar en el poli de su ciudad. Después estudió educación física, le ofrecieron hacer el curso y lo vio como una buena salida laboral. “Lo hice y no paré mas, dirigí a las más chicas, después formativas, masculino, hasta el llegar a primera. Incluso a los 19 arbitraba a los U19”, relató.
“El Integración fue muy importante para mí, me empezó a dar más rodaje –agregó- Y fue clave para llegar al Federal primero y a la Liga Argentina después”.
¿Una anécdota?: “En Villa Mitre (Bahía Blanca) hubo una jugada en la que me rozó la pelota. Venía fuerte, la esquivé a puro reflejo y me gastaron todo el partido. Me hice para atrás, estilo Matrix (risas)”.
Suena raro pero no sería extraño que la primera mamadera de Chaves haya tenido un calco de un silbato pegada al lado de las medidas. Lucho tiene sus tímpanos curtidos de básquet porque papá José Luis lleva más de 30 años en la actividad (primero árbitro, ahora comisionado) y su hermano Damián no extendió su carrera a nivel nacional, pero también pitó durante varias temporardas.
De 28 años y con una década de acción, Chaves también escaló hasta la Liga Argentina y fue un habitué en los encuentros de Petrolero y Centro Español. También, claro está, metió Federal.
“Jugué en Pacífico hasta cadetes, era medio vago en la escuela y mis viejos me dijeron ‘tenés que hacer algo’. Con mi viejo árbitro y mi hermano también, fue una gran opción y empecé con el curso”, afirmó Lucho, que hoy es el único neuquino en la LA.
Precisamente en el Viejo Ramírez vivió una extensa jornada hace muy poco, luego de un triple suplementario que terminó con victoria del Decano sobre Cipolletti. “¡Dale que nos cierran el Irish!”, escuchó Chaves esa noche interminable. “Escuchás de todo, te putean todo el tiempo, pero a veces pasan cosas piolas. Es una mezcla y cuando entramos a la cancha sabemos que vamos a recibir de todos lados. Muchas veces identificamos de dónde vienen, pero nuestra obligación es mantener la concentración al máximo”, contó.
¿Influye tu pasado en Pacífico? “Para nada, siempre supe separar las cosas y mi misión es hacer bien mi trabajo. De la mejor manera y con responsabilidad. Tengo a mi hijo que jugó en Independiente y ahora está en Pacífico, así que imagínate”, respondió.
En cuarentena, con todo frenado, Agos, Lucho y todos sus colegas darían la vida por escuchar un insulto. Aunche por estas horas lo que más oyeron fue un: ¡Feliz día!