Por Carolina Magnalardo
Muchas de las chicas que juegan al fútbol sueñan con llegar a los grandes equipos de Argentina, alcanzar la Selección y triunfar a nivel internacional. A veces parece imposible, pero Camila Parada demuestra que se puede hacer realidad.
Hace dos meses, esta neuquina de 20 años vive su sueño. La oportunidad llegó de sorpresa, aunque Camila también puso mucho de sí para eso que tanto anhelaba se cruzara en su camino. Luego de ir a una prueba en Buenos Aires, donde había entrenadores de distintas universidades de Estados Unidos, le llegaron propuestas de beca de diferentes instituciones estadounidenses y finalmente se decidió por Talladega College, en el estado de Alabama. Hoy su vida transcurre allí, como jugadora de la liga universitaria (NAIA).
“Mi gran sueño es vivir de esto, vivir del fútbol. En Argentina y más aún en Neuquén estamos muy lejos de poder hacerlo, por eso siempre estudié, para tener una herramienta más en la vida. Me encantaría triunfar con el fútbol acá en Estados Unidos, porque la disciplina está muy bien vista, el estado y la gente apoya muchísimo y los estadios se llenan. Me gustaría graduarme y jugar de manera profesional al fútbol”, afirmó.
La futbolista vive una experiencia única que combina el fútbol con el estudio, gracias a la beca que obtuvo, lo que ayuda a solventar los gastos de manutención que implica para su familia. “Estoy en el primer semestre de la carrera de Criminalística. Mi día comienza a las 5 porque entreno hasta las 8 y luego curso hasta el mediodía, para regresar a clases hasta las 15. Más tarde tengo dos horas de gimnasio y a las 17 vuelvo a cursar hasta las 18. Ceno y entreno nuevamente hasta las 22. El poco tiempo que me queda lo dedico a estudiar y me acuesto a la medianoche porque a las 5 hay que estar arriba nuevamente”, relató.
¿Y el idioma? No es un problema para ella: “Mis papás siempre me enviaron a estudiar inglés y debía andar bien en el colegio e idioma para tener de premio el fútbol. Así que, gracias a eso, hoy lo hablo fluido y logro comunicarme”.
“De acá, todo te llama la atención. En cuanto al deporte, se trabaja de una manera muy diferente y se apuesta a los deportistas desde muy chicos. No por nada son campeones de tantas medallas de oro en cada Juego Olímpico. Eso no pasa en Buenos Aires y en Neuquén estamos mucho más lejos de que ocurra”, reflexiona.
Cami empezó a jugar al fútbol siendo muy chica y casi de casualidad. En una canchita a pocas cuadras de su casa había un equipo de niños que entrenaba Don Cotaro. Y así lo recuerda: “Lo único que pedía el director técnico para jugar era la fotocopia del DNI y una autorización de los padres. Una tarde, él pensó que yo le había entregado los papeles y me preguntó si quería jugar. Ese mismo día, cuando llegué a casa le dije a mi mamá que quería empezar y así fue que integré a ‘Don Cotaro y los 11 corazones’, mi primer equipo y mi primer amor futbolístico, a los 4 años”.
En muchas ocasiones, las mujeres que juegan al fútbol se enfrentan al prejuicio de propios y extraños, incluso en épocas donde ya la disciplina está instalada en gran parte del mundo y con competencias profesionalizadas a nivel internacional. Pero para Cami eso nunca fue un problema porque su familia siempre la apoyó.
“Cuando recién arranqué, mi papá apoyaba más que mi mamá, porque ella prefería que hiciera danzas o algo por el estilo, pero con el correr de los años, ambos me respaldaron, al igual que una tía y mis cuatro hermanas que también juegan”, cuenta orgullosa y aclara que la única que a veces reniega del fútbol es su abuela porque dice que “los domingos se pasan en familia, no en una cancha”. De todas formas ella también va a alentar a su nieta en los partidos, y en la ‘banda de Cami’ nunca faltan los redoblantes ni el mate. “Mis ídolos son mis papás y mis abuelos que laburan todos los días para darme lo mejor”, cuenta orgullosa.
En su relato se toma unos minutos para destacar a cada entrenador que le dejó una enseñanza y de los cuales aprendió a ser polifuncional en la cancha, aunque prefiere pararse como delantera.
“Tuve muchísimos entrenadores desde que comencé ya que donde me invitaban, yo iba a jugar. Pero hubo cuatro personas que marcaron un antes y un después. Hoy por hoy, como jugadora, soy lo que soy gracias a ellos y estoy muy agradecida, siempre”, afirmó.
De Don Corato sostiene que el “enseñó el respeto adentro y afuera de la cancha, con mis compañeros y con los del otro equipo. Recuerdo que jamás le gustó que mascara chicle en las prácticas porque decía que con eso le faltaba el respeto a la gente a mi alrededor. Y como no sabíamos mascar chicle disimuladamente, porque hacíamos globitos y todas esas cosas, al que veía con chicle, a correr todo el entrenamiento”.
Desde los 12 y hasta los 16, su DT en Bandurrias fue Matías Alfonso y así lo recuerda: “Soy una convencida de que nos encontramos en el momento justo; si no nos cruzábamos, el mundo me hubiese comido. Era adolescente, creía que me las sabía todas y con él me di cuenta que no sabía nada de nada. Disciplina, mucha disciplina; él con los entrenamientos era súper estricto. Si no entrenabas, no jugabas. Y lo cumplía: si tenía que jugar con suplentes porque las titulares no habíamos ido en la semana, lo hacía. Perfeccionista y súper exigente. Quizás jugabas un partidazo, de esos que quedan para la historia y me decía: ‘Bien, enana, te faltó tal cosa’, y la palmadita en la espalda. Sabíamos que si él nos decía bien, habíamos dejado alma y corazón adentro de una cancha”.
Pero también hubo mujeres que marcaron su carrera futbolística. Una de ellas es Valeria Cotelo, exjugadora de Boca y la selección, y gran referente desde hace algunas décadas en Río Negro y Neuquén. Fue su primera entrenadora y con ella, Cami empezó a soñar en grande con el fútbol.
“Es una entrenadora exigente y muy comprometida con su trabajo. Me digirió en un Mundialito en General Roca y me llamó de refuerzo para jugar en uno de sus dos equipos. Ella me enseñó a jugar en todas las posiciones, me rotó por toda la cancha. Siempre remarcaba que el fútbol es uno solo, no se piensa sino que se siente”, afirmó.
Y siguió: “Despues vino mi querida DT, Valeria Grondona. Exigente, perfeccionista y muy inteligente. Ella es de las entrenadoras que piensan que los partidos se ganan 70% en lo físico y 30% por manejo de pelota. Aparte de eso, tiene un don exclusivo que si te dice ‘anda y párate allá, la pelota te va a llegar’. Es así, preparate porque te llega. Tiene esa lectura que no todos tienen y ese sexto sentido que jamás falla. Siempre que quise aflojar, que me sentía cansada lo único que me decía era ‘no se llega a Roma sin antes peregrinar en la vida, mi chiquita, así que seguí entrenando’. Las mujeres como entrenadoras me encantan. Las que he tenido son dos mujeres maravillosas”.
Además, Camila mantiene contacto permanente con sus excompañeras de equipo, que la alientan a diario, y eso es muy importante para ella.
Aunque los días lejos de su familia son difíciles, el sacrificio tendrá su recompensa. Extraña a sus seres queridos y también la comida argentina. “Como mucha carne, asado, milanesas, todo carne, y sin dudas que eso se extraña”, se lamentó. En diciembre tendrá unas tres semanas de vacaciones y luego también en mayo podrá descansar, por lo que ya está organizando con su familia cómo pasarán ese tiempo juntos.
A partir de este salto de calidad, Camila es y será una referente para las niñas y adolescentes que sueñan con triunfar en el fútbol. Ella sabe que todo llega, por eso insiste: “No dejen de entrenar, de intentar superarse día a día. Es un camino duro, hay que trabajar muchísimo e incluso salir de su zona de confort. Entrenen mucho y que crean en ustedes mismas, porque eso las va a llevar lejos”, finalizó.