Mario Sepúlveda tuvo su despedida en una hermosa noche de amigos, básquet y sonrisas

Mario Sepúlveda saludando con la 8 que ya no se volverá a utilizar. (Gentileza Luis Amaolo)

Por Diego Lores

La chicharra final ya había sonado el pasado 25 de mayo, cuando Centro Español finalizó su participación en la Liga Federal de Básquet. Pero lo mejor siempre está por venir. Y Mario Sepúlveda, el Señor de los Ascensos, tuvo en la noche del sábado 8 de julio la mejor de las despedidas.

Fue una hermosa noche de amigos, básquet y sonrisas. Luciano Saborido, Esteban Villar, Daniel Aráoz, Pedro Franco, Leandro Ansaloni, su hermano Charly Sepúlveda, Juan Ruiz, Gustavo Maranguello, Marcos y Franco Leal, Mario Spada, Juan Fabi, Paolo Casale, Leandro Tapia, Victoria Lara, Mauricio Santángelo, Dante Centeno, Bruno y Benicio Gelsi,  Guadalupe Soto, David Oviedo, Francisco Hoffmann, Agustín Llanán, Piero Vega y Juan Cruz Félix fueron algunos de los tantos invitados a la fiesta, que también le permitió a Mario despuntar el vicio junto a sus hijas Juana y Charo. La noche tuvo su espacio también para la inclusión, con la participación del nadador adaptado Alejandro Sinquegrani.

Luego del ingreso de Mario al rectángulo de juego, acompañado por los potentes acordes de “Sweet Child of Mine”, de los Guns and Roses, arrancaron los innumerables partidos entre los equipos naranja, blanco y negro.

Mientras desde las tribunas bajaba el “olé, olé, olé, Mario, Mario” el agasajado se despachó con varios triples que merecieron las correspondientes ovaciones. El bonus track llegó cuando Mario interactuó con el público y lució sus dotes de gran bailarín.

Una de las grandes emociones de la noche llegó con el ingreso de sus padres a la cancha, en un Templo que en su parte alta exhibía 25 camisetas que Mario lució durante su trayectoria deportiva.

Cuando el básquet llegó a su fin, fue el turno de las palabras. Llegaron las distinciones por parte de la Federación de Básquetbol del Neuquén, algunos presentes y el anuncio de Toto Resa sobre el retiro de la camiseta número 8 de Centro Español, que ahora brilla en lo más alto del Templo con el apellido de su dueño eterno.

El cierre fue con las palabras del agasajado de la noche, quien agradeció a sus padres, a sus ex compañeros, amigos y a Centro Español, recordando que la primera vez que pisó el club fue en el año 2003, cuando la institución no tenía básquet profesional y él utilizaba las instalaciones para entrenar en soledad. Luego de mostrarse sorprendido por el retiro de la camiseta 8, tuvo palabras para su compañera Natalia y sus hijas Juana y Charo. “No me van a caer lágrimas, todas las que tenía ya las largué, prefiero las sonrisas” fue una de sus últimas frases.

Terminó la noche, se apagaron las luces del Templo, pero lo que nunca se apagará será el recuerdo de un verdadero señor del básquet. El recuerdo de Mario Sepúlveda, el Señor de los Ascensos.

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