El 8 fue su número y la última función será el 8 de julio. Mario Sepúlveda, el Señor de los Ascensos, le puso final a su carrera profesional y tendrá su partido despedida en El Templo de Plottier. Reconocido en el país como el mejor talismán para subir de categoría, el alero también fue el único que se colgó las dos medallas de oro que logró Neuquén en la historia del Campeonato Argentino de Básquet. Un emblema que dijo adiós y tendrá su merecido homenaje.
Para ratificar esa historia del 8, a lo largo de su carrera Mario vistió 18 camisetas. Empezó en Pacífico, cruzó la vereda a Independiente y metió sus primeros kilómetros hacia Roca para jugar en el Depo. Después sí, empezó un periplo que incluyó Obras Sanitarias, La Unión de Colón, Quimsa de Santiago del Estero, El Nacional-Monte Hermoso, Olímpico de La Banda, Unión de Sunchales, Quilmes de Mar del Plata, Ciudad de Bragado y San Jorge de Santa Fe. De nuevo en la zona, vistió los colores de los dos equipos de Plaza Huincul, Pérfora y Petrolero. Volvió a pisar tierra rionegrina para jugar en Unión Alem Progresista de Allen y un puñado de partidos en Del Progreso de Roca.
Para el cierre de su gran campaña, Mario eligió Centro Español, un club que se transformó en su segunda casa y seguramente lo tendrá entre sus filas para cumplir diferentes funciones. Tenía decidido largar en 2020, pero aprovechó la pandemia para entrenar a full y se dio cuenta que tenía cuerda para seguir. Camino a los 46 (Neuquén, 26 de agosto de 1977), dejó la piel hasta el último partido con el Torito y escuchó una ovación cuando anunció el “no va más”.
El punto más alto de la carrera de Sepúlveda fue, sin dudas, entre 2007 y 2011. De manera consecutiva, hizo aportes claves para cinco saltos a la elite: El Nacional 2007, Olímpico 2008, Unión de Sunchales 2009, El Nacional 2010 y Quilmes 2011. En su CV hay un sexto ascenso, del Federal al TNA (después Liga Argentina), con la camiseta de Hispano Americano. En el segundo escalón del básquet nacional todavía se mantiene como el cuarto jugador con más presencias, el noveno goleador y el segundo mayor triplero de la historia.
Lograr un ascenso en un club neuquino tal vez haya sido una deuda pendiente. Sin embargo, lo compensó con un dato indeleble: fue el único que estuvo en las únicas dos conquistas del equipo provincial en el más argentino de los campeonatos. Como juvenil, integró el plantel del equipo que tumbó a Capital Federal (74-72) en el Cenard porteño, en 1995; y en un rol protagónico, repitió la hazaña en casa, cuando Neuquén le ganó la final a Santa Fe (95-81) en la edición del 2017.
A modo de cierre, otra con el 8. El 27 de marzo pasado, en Río Colorado, dio una función maravillosa y terminó con 8 triples en el partido que Centro Español le sacó de las manos a Unión (95-92). Si bien es cierto que todavía quedaban varios compromisos, en ese juego cumplió con su gran objetivo: cerrar la carrera de pie. Estuvo certero, con bombas que sirvieron para revertir una historia adveras. Salió al rescate de su equipo, se llevó una ovación de la hinchada rival y hasta se quedó a conversar con los chicos del club rionegrino mientras se apagaban las luces del estadio. Ahí sintió que la tarea estaba cumplida y que valió la pena seguir hasta el 2023 para tener su temporada eterna.