Por Ernesto García
Zapala, especial para Aguante Neuquén
Como podemos verificar en cualquier buen diccionario, el verbo ‘ponderar’ tiene varios significados, como sopesar o considerar, pero los más naturalizados son elogiar y alabar. ¿Y qué relación existe con el debate en Lifune sobre considerar a las categorías formativas co-responsables del ascenso o el descenso en el fútbol computando sus desempeños? Veamos.
Hay dos posiciones contradictorias, y ambas con argumentos válidos. Una sostiene que se ocupa de niños y adolescentes, dándoles un lugar de importancia que al tiempo que crea escuelitas o “candelas” en camino hacia las primeras divisiones también es útil para los flagelos de la edad. Porque el fútbol, el deporte en general, al igual que los grupos juveniles religiosos, artísticos, musicales, políticos, sociales o de servicio, son barreras contra el alcohol, la droga o la delincuencia.
La otra actitud es antagónica con la primera porque “carga, presiona” sobre chicos que tienen que disfrutar plenamente de un juego, el más popular, no ser acosados por directivos, entrenadores, padres. ¿Y cuál es esa carga, esa mochila injustificada, desproporcionada? Pues la de computar todos, absolutamente todos los puntos obtenidos por las ‘formativas’, para que las divisiones mayores asciendan o desciendan. Como forma de impulsarlas, sí, de sostenerlas. Pero ya ocurrió con Don Bosco de Zapala, campeón de la primera división A, pero que descendió a la B por los bajos puntajes de sus formativas. Un caso extremo.
Y aquí vuelvo al primer párrafo. Para enunciar el sistema de las elecciones de autoridades en la Universidad Nacional del Comahue, Uncoma. ¿Y en qué consiste ese sistema? En la ‘ponderación’ de los votos, que no se computan directamente, sino que se analizan y valorizan según cada claustro, docentes, graduados, estudiantes, no docentes. Por medio de una fórmula los votos se ‘califican’ para darles un valor de referencia. Por lo que no triunfan quienes logran más votos totales, como ocurrió en la pasada elección. Quien obtuvo la mayor cantidad fue la Dra. Adriana Giuliani y no Crisafulli, que obtuvo la reelección porque la ‘ponderación’ de los votos lo favoreció en tres de los claustros, docentes, graduados y no docentes, y solo perdió en los estudiantes. Esto corrobora que este claustro no elige directamente al rector, porque no se trata de una elección general, popular, sino de una académica, calificada.
Como el debate tiene defensores para las dos opciones, computar todas las formativas (¿incluyendo las reservas?), o eliminar la presión de que los chicos sean co-responsables de la suerte de las 1ras. divisiones, propongo tres alternativas que superen esta especie de ‘grieta’ futbolera.
1.Ponderar los puntajes por categoría, computando el cien por ciento (100 %) de la primera división, el 50 % de la reserva, el 40 % de la quinta, el 30 % de la sexta, el 20 % de la séptima y el 10 % de la octava. Son protegidas de la presión, y por eso no suman, las divisiones más chicas, novena y décima.
2.Computar el 100 % de la primera y el 50 % de la reserva. Y un 10 % para cada una de las divisiones desde quinta a octava. Mantener la guarda o protección, sin computar, de las dos menores.
3.Estudiar y decidir para juzgar estas dos posiciones antitéticas, la de confirmar los puntajes de las formativas, como están, por un lado, o la de eliminarlos para todas, por el otro. Y para que la nueva fórmula de referencia cumpla las exigencias de equidad y equilibrio necesarios, se podría acudir a los servicios de algún experto en matemática (profesor, licenciado, magister, doctor), para el caso de decidir continuar con el cómputo de puntaje en niños y adolescentes, la primera opción. Sería mantener el espíritu de la reglamentación.