La noche que Oscar Schmidt lloró en el Ruca Che

Oscar, el mejor de los que no llegó a la NBA.

Por Nicolás Tamborindegui

Años antes de que irrumpiera en el mundo basquetbolístico la Generación Dorada argentina, incluso también antes del primer Dream Team integrado por jugadores de la NBA, eran dos las selecciones que se disputaban el dominio en el continente americano: Puerto Rico y Brasil. En esta última, sobresalía un jugador formidable, dueño de una puntería asombrosa: el Mano Santa Oscar Bezerra Schmidt, o simplemente Oscar, para muchos el mejor jugador de los que nuca jugó en la NBA. Sobre el final de su carrera tuvimos la suerte de verlo en vivo y en directo en Neuquén durante el Preolímpico de 1995, en el que clasificó a su selección a los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, donde se retiró de la verdeamarela.

Oscar, recibiendo la copa por el tercer puesto en Neuquén en el 95. (Archivo Solo Básquet)

Nacido el 16 de febrero de 1958, Oscar era un goleador tremendo. Acaparaba muchos tiros por partido, es cierto, pero metía con buenos porcentajes. Si bien conquistó muchos títulos en su extensa carrera, quizás los más importantes fueron el Mundial de Clubes en el año 1979 con el Sirio y los Panamericanos de 1987 en Indianápolis, cuando, con una gran actuación individual, Brasil venció al local por 120 a 115. Fue la primera victoria de una selección ante Estados Unidos en su casa y el primer equipo que les anotaba más de 100 puntos.

La rompió en todos los mundiales y torneos que disputó, además de esos Panamericanos, metió 49 puntos en un partido del Mundial 86 (contra Cuba) y 48 en Argentina 1990 frente a Australia. Fue el máximo goleador del Preolímpico de Portland y de los Juegos de Barcelona 92. Además, dejó su huella pulverizadora de redes en España e Italia. En la temporada 90/91 promedió 44 puntos para el Fernet Branca Pavia italiano. Una verdadera máquina de anotar, con un mortífero tiro de tres y un perfecto aprovechamiento de su altura (2.04) para jugar en el perímetro.

En el año 1995 su sueño era poder retirarse con la camiseta de la selección, después de defenderla tantas veces, en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Es por eso que se comprometió con el entrenador Ary Vidal para jugar el Preolímpico de Neuquén, y gracias a ese compromiso pudimos disfrutar de este enorme crack en el inaugurado Ruca Che.

Brasil vivía un momento muy especial a nivel selección, estaba despidiendo a una generación gloriosa con Oscar, Maury, Pipoca, Israel y recibía a una nueva camada que, si bien tenía buenos jugadores, no estaban a la altura de esos veteranos de mil batallas. De hecho, sin el regreso de Oscar e Israel, las chances de clasificar hubieran sido muy pocas.

Ese torneo se jugó en dos sedes, llamativamente, muy lejanas una de la otra: primero en Tucumán y la fase final en Neuquén, con la inauguración del estadio Ruca Che, la “casa de la gente”, por entonces uno de los más modernos del país. La ausencia de Estados Unidos le permitía a la Argentina soñar con volver a los Juegos Olímpicos después de 44 años de ausencia, cosa que finalmente ocurrió.

En la fase inicial, Brasil compartió grupo con Argentina, Venezuela, Uruguay y Bahamas. Cuatro de los cinco clasificaban a la fase final en nuestra provincia y el restante se volvía a casa y con las manos vacías. Ante la sorpresa de todos en suelo tucumano, el debut fue con derrota para los brasileños, por 84-81, frente a Uruguay, a pesar de los 18 puntos de Oscar, goleador de su equipo, pero con malos porcentajes (3-11 en triples)

En la línea de libres durante uno de los partidos en Tucumán. (Solo Básquet)

Parecía que la clasificación se complicaba, pero llegaron las victorias: 91-78 a Bahamas por la segunda fecha, Oscar como figura y 28 puntos. “Pasada la etapa de los nervios del debut y ante un equipo muy inferior, Oscar dio una cátedra de lanzamiento, sobre todo en el primer tiempo donde anotó 6 triples sobre 10 intentos. En el complemento cayó su rendimiento, pero ya estaba todo decidido”, detallaba la revista Solo Básquet. Después, sin mayores sobresaltos, Brasil le ganó 99-80 a Venezuela con 37 del goleador, esa noche sin meter tantos triples (2 de 8) y usando más su más que confiable tiro de 4/5 metros: 13 de 17.

Finalmente, Brasil logró adjudicarse el grupo, ya que en el último partido de la segunda fase le ganó a nuestra selección por 83-78, con Oscar nuevamente como goleador del partido con 29 puntos pero con malos porcentajes. De todas maneras, Brasil y su estrella viajaban a Neuquén con tres triunfos consecutivos y la moral por las nubes.

En Neuquén se alojaron en el Hotel del Comahue, al igual que el resto de las delegaciones. Todas las tardes la puerta del hotel era un mar de gente a los gritos, principalmente chicos y chicas, que aguardaban poder ver a los jugadores para sacarse una foto o pedirles un autógrafo. Claramente el astro brasileño fue uno de los más buscados.

Al igual que en Tucumán, el comienzo en Neuquén no fue bueno para los cariocas, que perdieron ante la selección de República Dominicana por un ajustado 100-98. Oscar jugó los 40 minutos y metió 24 puntos. Luis Felipe López estuvo indefendible esa noche (28 puntos). El público neuquino, como no podía ser de otra manera, celebró la derrota de Brasil, pero respetó al artillero N° 14.

El equipo dirigido por Vidal se recuperó en el parqué del Ruca Che en la segunda jornada, con un amplio triunfo a puro gol frente a Cuba Fue 110-95 con 38 puntos de Oscar, que estuvo muy efectivo, ya que tiró para hacer 54. Por la fecha siguiente, la tercera, volvió a perder, en este caso ante Canadá, por 104 a 99. Esa noche el 14 metió 30 tantos jugando los 40’ (tenía 37 años), con 4 de 14 en triples.

Oscar en el Ruca Che defendiendo a Franklin Western, de Dominicana. (Solo Básquet)

En el último partido de la segunda fase volvieron a perder, esta vez ante Puerto Rico (Piculín Ortiz, Ramón Rivas y Jerome Mincy, entre otros, por 89-83, con apenas 12 del tirador). Otra derrota que fue festejada por el público neuquino. Con 10 puntos, Brasil igualó la cuarta colocación en la general con Cuba y Uruguay y por ende clasificando a las semifinales por la buena diferencia de gol, casi casi por la ventana, y gracias al arrastre de victorias que traía de Tucumán.

La semifinal definía nada más ni nada menos que el pase a los Juegos Olímpicos, aunque de todas maneras era como saltar con red, porque si perdía todavía existía la opción de ganar el partido por el tercer puesto para ir a Atlanta. El choque era frente al local, en un Ruca Che colmado como nunca antes se había visto ni siquiera en los otros partidos. No entraba un alfiler y la expectativa era enorme, ya que Argentina podía romper el maleficio de 44 años sin disputar un juego olímpico y 15 sin clasificar (en el 80 logró el pasaje pero no fue por el boicot de Estados Unidos a Rusia).

Todo el respeto que hubo por el legendario Oscar Bezerra Schmidt desapareció por 40 minutos. Sabiendo que todas las chances de su equipo pasaban por su juego, la gente lo chiflaba cada vez que le llegaba la pelota, lo abucheaba en los tiros libres y celebraba cada vez que uno de sus triples era expulsado por el aro. Todo con tal de desconcentrarlo.

De todas maneras, ninguna de esas acciones causó el efecto deseado. El goleador jugó un partido bárbaro, anotando 32 puntos (máximo anotador de la noche neuquina) y logró que su equipo llegara con chances al final. Los dirigidos por Guillermo Vecchio recién quebraron el partido sobre el final con un triple de Marcelo Nicola y festejaron como nunca la histórica clasificación. ¿Cuáles fueron los porcentajes de Oscar esa noche? 33 % en dobles (4 de 12), 55 % en triples (6 de 11) y 100 % en libres (6 de 6).

Esa noche estuvo tremendo con su juego de siempre, basado en los triples, con momentos de altísima efectividad. Su experiencia para jugar ese tipo de partidos también fue muy útil para sus compañeros, muchos de los cuales (los de la nueva camada) disputaban por primera vez un partido de esas características. No pudo ser porque Argentina fue más equipo y él no estuvo tan bien acompañado, más allá de un buen juego del base Maury.

Intentando tapar el tiro de tres del Gallo Pérez en el Ruca Che. (Solo Básquet)

Pero tendría su revancha al día siguiente, por el tercer puesto. Brasil venció a Canadá por paliza, 97 a 77, y logró la tan ansiada clasificación a los Juegos. Cuando no, Oscar fue el goleador con 28 puntos (7 de 18 en triples). Cuando faltaba poco más de un minuto para el final, que ya estaba definido, Ary Vidal decidió sacarlo de la cancha, y visiblemente emocionado, Mano Santa rompió en llanto en el medio de la cancha.

El estadio, que estaba completo esperando la final entre Argentina y Puerto Rico, le brindó una de las ovaciones más grandes que se recuerden en Neuquén, mientras el jugador levantaba sus brazos con las lágrimas aun en su rostro. Justo y merecido homenaje a uno de los más grandes, que lograba lo que había ido a buscar: el pasaje para sus quintos juegos olímpicos.

“Me parece increíble poder estar en Atlanta. Siento la misma alegría que la primera vez. Además, como nos costó mucho la clasificación lo disfruté con más ganas. Me pone muy contento saber que los más jóvenes tienen el mismo espíritu que los que llevamos muchos años en la selección”, declaraba Oscar a la prensa tras el partido, según consignaba por entonces la revista Solo Básquet, presente en Neuquén

Según cita la misma revista, Ary Vidal explicó sobre ese momento mágico en que el Ruca Che se rindió ante un Oscar emocionado que Lo sacó “para que el público le rindiera un homenaje, no solo al gran jugador que es, sino también porque es una excelente persona a la que quiero mucho. Ese fue mi homenaje”. La gente se puso de pie en ese momento y simplemente comenzó a aplaudir, cuando aún el partido no estaba terminado.

¿Y qué Oscar fue el que vimos en Neuquén? Más allá de sus 37 años, su juego era prácticamente el mismo, ya que nunca necesitó correr o saltar para sobresalir. Usaba mucho su cuerpo para generar espacio para sus tiros, especialmente los triples, y acaparaba casi todos los ataques de su equipo. La defensa nunca fue lo suyo, menos a esa altura de la carrera. Derrochó clase en cada partido y demostró que su mano seguía siendo de seda. Terminó siendo el máximo anotador del torneo con 27,6 puntos de promedio.

Obviamente al año siguiente fue a los Juegos de Atlanta, y también se destacó, anotando en todo el torneo 219 puntos, para ser nuevamente el máximo goleador, pero además se transformó en el primer jugador en superar los 1.000 puntos, totalizando 1093. Brasil perdió el partido por el quinto puesto con Grecia y terminó en la sexta colocación.

Radicado en su país desde el 95, Oscar siguió jugando hasta los 45 años, siendo siempre el goleador de su equipo e incluso el máximo anotador de cada torneo que disputó. En un choque con la camiseta de Flamengo ante el Fluminense superó la histórica marca de Kareem Abdul-Jabbar de 46.723 puntos en toda la carrera, y hasta se dio el lujo de jugar junto a su hijo Felipe durante 10 partidos. Es miembro del Salón de la Fama FIBA desde el 2010 y del Basketball Hall of Fame desde 2013. Un grande del básquet mundial con todas las letras, al que tuvimos el placer y la fortuna de ver y aplaudir en vivo y en directo en el Ruca Che.

Oscar Schmidt frente a Pippen en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996.

 

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