Por Nicolás Tamborindegui
Desde la irrupción a lo grande de Ginobili, Scola, Nocioni, Sánchez y compañía, Argentina se transformó en una potencia mundial del básquet, lugar en el que aún se mantiene a casi 20 años de Indianápolis. Tiempo atrás, a fines de los 80 y principios de los 90, nuestra selección ni siquiera estaba en la discusión a nivel continental y nos costaba mucho ganarle un Sudamericano a Brasil o a Venezuela.
El punto de partida fue, sin lugar a dudas, la creación de la Liga Nacional por parte de León Najnudel con el apoyo de un grupo de dirigentes. Una competencia interna organizada fue fundamental para el despegue de la selección. De todas maneras, la idea generalizada es que, para pelearle a las potencias, más allá de tener buenos bases y certeros tiradores, nos hacía falta un pivot de más de 7 pies (2,13 metros) que pudiera hacerle frente a las torres de la época
Y León, al igual que otros entrenadores apasionados, no dudaban en mover cielo y tierra en busca de ese pivot definitivo. incluso solían darles chances a los jóvenes altos en la selección a pesar de estar aun en etapa de formación. El neuquino Guillermo Coisson tuvo su chance con la celeste y blanca por ejemplo, pero el más famoso de todos fue Jorge Gonzalez, el formoseño de 2,31.
De la vida y obra del Gigante, fallecido en el año 2010 se ha escrito mucho (recomiendo esta nota de Julián Mozo para Infobae en el mes de junio de este año: https://www.infobae.com/deportes/2020/06/12/la-vida-de-pelicula-del-gigante-gonzalez-fue-el-basquetbolista-argentino-mas-alto-toco-a-la-nba-paso-por-la-lucha-libre-y-murio-en-bancarrota-a-los-44-anos/), por eso voy a centrarme en esta nota en la noche en la que visitó Neuquén para jugar un partido de la Liga Nacional en 1989, hace ya 31 años.
Para ser más precisos, el partido en el cual Sport Club de Cañada de Gómez, el equipo de González, visitó a Independiente se dio el 27 de agosto de 1989, en el marco de la novena fecha de la segunda fase (A2) de la Liga Nacional. Esa noche, La Caldera presentó una de sus mejores concurrencias históricas. Lleno total en el estadio para ver a un Rojo en alza que volvía a jugar de local luego de tres partidos fuera de casa, pero especialmente para ver la atracción que significaba el formoseño. Uno de esos típicos partidos donde van los incondicionales y también aquellos que no van tan seguido pero que lo hacen motivados por algo inusual, en este caso, la presencia del pivot de 2,31 metros que hacía ver pequeños a todos a su alrededor. Recuerdo, por ejemplo, que ese día con mi viejo llevamos a mi mamá a la cancha, en lo que creo que fue el único partido que fue a ver en su vida (sin contar los míos de mini básquet).
Todos querían ver de cerca el fenómeno que significaba el tamaño del formoseño. Lo de González era, a fuerza de tamaño y corpulencia, algo casi circense, pero que generaba muy buenas recaudaciones en cada cancha que pisaba.
Ya en la entrada en calor sorprendía lo alto que era. La volcaba casi sin saltar en los aros de La Caldera, que se estremecían cada vez que la enterraba (por entonces las jirafas tenían como tensores que estaban unidos a la pared, los memoriosos se van a acordar). Eso sí, se lo veía algo entrado en kilos, aunque no tan antiestético como lo había visto en algunas fotos de revistas de circulación nacional por aquellos tiempos.
Lleno, gente apretujada en las tribunas, muchas personas paradas en escaleras y accesos y colas afuera para seguir entrando. Así empezó el partido que tuvo a Sport Club como claro dominador desde un principio, y gracias a González, incontenible para la defensa que había planificado Eduardo Armer, el técnico de Independiente, con el estadounidense Eddie Roberson (2,04 de altura) tomándolo pero siempre ayudado por el resto, principalmente por Néstor Suppi y Esteban De la Fuente, ninguno de los cuales llegaba a los 2 metros.
Sport ganaba 20-12 promediando el primer parcial. Armer pidió minuto y cambió la estrategia: hizo que Roberson se pusiera a marcarlo por adelante, para que de esa manera no recibiera juego con tanta facilidad. Y así fue. En ataque además Independiente reaccionó con triples de Luis Oroño y Gabriel Darrás y con un parcial de 9-0 se puso arriba 21-20. Esa imagen del extranjero del Rojo marcando a González por delante es la postal más recordada de ese partido. A pesar de sus 204 centímetros, Roberson parecía pequeño al lado del formoseño.
Luego todo sería del dueño de casa, gracias a las conversiones de su extranjero y a las corridas de De la Fuente, muy efectivas durante toda la noche. Tras un primer tiempo muy favorable para los neuquinos (50-38), Sport ensayó una reacción en el segundo tiempo y alcanzó a ponerse a 8 puntos (58-50) pero Independiente no pasó sobresaltos debido a su altísima efectividad (71% en tiros de dos puntos)
Si bien se vieron algunas lagunas sobre el final, el equipo local no se quedó y ganó cómodo por 96 a 82, un triunfo importantísimo y muy festejado por la gente, que le permitió alcanzar transitoriamente la punta de la zona A2 por aquel entonces.
¿Y cómo fue el partido de González? Muy bueno, estuvo muy activo en ambos tableros, aunque se quejó mucho con los árbitros de esa noche, Roberto Cignoni y Daniel Godacevich. Metió 24 puntos en 37 minutos, con 10 de 14 en dobles (71% de efectividad), la gran mayoría volcadas cerca de cesto y casi sin saltar. Cuando recibía cerca del aro era casi imparable.
El lungo completó su planilla con 4 de 6 en tiros libres (67%), 13 rebotes, 8 en ataque y 5 en defensa, y 3 faltas personales. Fue el goleador de su equipo y también el hombre más intimidante en el costado defensivo, ya que colocó varios tapones (no se llevaba esa estadística en esa temporada).
En Independiente los mejores fueron Gabriel Darrás, de gran noche tirando y asistiendo, con 27 puntos, De la Fuente con 20 y Roberson con 16. También ayudaron mucho Suppi con 12 y Mariano Aguilar con 11. El extranjero contribuyó además con 11 rebotes, 9 de ellos en defensa.
Por Sport Club además de González se destacaron el extranjero Charles Parker, un histórico de los primeros años de la Liga (había reemplazado a Frank Johnson) con 19 puntos y el alero Jorge Epifanio con 18 unidades. Andrés Santamaría, que había jugado muy bien el partido de ida, esta vez sumó solo 8 puntos.
Otra perlita de ese partido: quien posteriormente sería uno de los grandes jugadores del básquet argentino, oro olímpico en Atenas 2004 y subcampeón del mundo en Indianápolis 2.002, Hugo Sconochini, jugó esa noche 25 minutos en La Caldera. Por entonces era un juvenil que alternaba como base y un poco como escolta, luego en Italia se transformaría en un alero todo terreno. En ese partido no pudo convertir, terminó con una planilla de 0 de 3 en dobles, 0 de 1 en triples y un rebote en defensa, además de 2 faltas personales. Para la gente obviamente pasó desapercibido, nadie imaginaba por entonces en la clase de jugador en la que se convertiría.
No fue una buena temporada en lo deportivo para el Sport Club. Luego de esa liga González iría a los Estados Unidos y el resto (y el básquet) sería historia. Seguramente algún neuquino que en esa época era un pibe debe tener alguna foto en un álbum o un cajón con la imagen el gigante de 2,31 de altura que, sin triunfar, marcó una página muy recordada para el básquet argentino.
La síntesis: