Por Nicolás Tamborindegui
Tras conquistar el ascenso con nombres de jerarquía, Independiente de Neuquén decidió encarar la primera Liga Nacional de su historia. La fecha inicial estaba prevista para el 26 de marzo de 1989, y el Rojo, uno de los tres debutantes con Boca Juniors y Olímpico de La Banda (Santiago del Estero) tenía que enfrentar nada más ni nada menos que al campeón Atenas de Córdoba en La Caldera.
Eduardo Armer, sin experiencia hasta ese momento en la A, siguió al frente del plantel, que realizó algunas incorporaciones para afrontar su primera temporada en la elite como para no pasar sobresaltos con el descenso. El presidente del club era por entonces Ricardo Arias y en los meses previos también se habían encarado unas refacciones en el estadio para adecuarse a los requerimientos de la máxima categoría.
Del plantel que logró el ascenso no continuaron Fernando Frangella, Andrés De la Fuente, Claudio Tosi (pasó a Boca) y el extranjero Terry Williams, quien regresó a los Estados Unidos. Un caso particular se dio con el Pollo Daniel Araoz, quien abandonó la práctica activa del básquet como jugador y se transformó en el ayudante de campo de Eduardo Armer.
De Ferro, tercero en la temporada anterior, llegó el rendidor base/escolta Gabriel Darrás, un jugador de físico alfo desgarbado pero fino y atractivo en sus movimientos. Había promediado 12 puntos y 2,2 asistencias, además de un 40,4 % en tiros de tres puntos. Era uno de los recién llegados que más expectativas generaba.
Otro que traía números interesantes (y que luego se transformaría en un referente) era Mariano Aguilar. El escolta llegaba desde Sport Club de Cañada de Gómez, donde había promediado 13,7 puntos y 3,5 rebotes por juego. Tenía 24 años, 1,92 metros y un estilo de juego aguerrido tanto en defensa como el ataque.
Los otros refuerzos fueron pensados para el juego interno. Llegó Horacio Beigier, un joven ala-pivot de 19 años y 2 metros que había tenido buenas actuaciones en Boca en la Liga B pasada, y desde River (el ultimo subcampeón) se sumó Néstor Suppi, un interior bajo (1,98) que en algunas circunstancias podía jugar de alero y que traía consigo 9,7 puntos y 3,8 rebotes la temporada anterior. Completaban los juveniles Fabio Martín (18 años), Marcelo Saggio y Facundo Cajide (17 años ambos, esté último un pivot rubio de 2,02)
El puesto clave, era, sin lugar a dudas, el del extranjero. Era prácticamente el jugador franquicia, especialmente sobre quien debía girar todo en ataque. Por entonces, solo se permitía uno por equipo y el cuerpo técnico y la dirigencia apuntaron a un hombre con experiencia en el país: Lance Wayne Ball, un pivot alto (2,08) corpulento y de raza blanca, que había jugado la liga en Unión de Santa Fe en 1,986, luego la B en Atlético Regina al año siguiente y en el 88 se había sumado a las filas de Unión Progresista de Villa Ángela (Chaco) otra vez en la A. Tenía 28 años y en 1984 había sido elegido en la sexta ronda del draft de la NBA por los Portland Trail Blazers con el número 134, procedente de la universidad de Western Oregon, aunque no había llegado a jugar en la mejor liga del mundo.
Los antecedentes de Ball indicaban que era un buen anotador que sacaba provecho de su altura cerca del canasto, y también había demostrado ser un aceptable reboteador. En el conjunto de Villa Ángela había promediado 26,5 puntos y 10,4 rebotes por partido, números más que interesantes, es más, había sido el segundo máximo anotador de la Liga detrás del Chuzo Luis González, de Echagüe de Paraná.
En esa época, los entrenadores buscaban extranjeros altos y fuertes cerca del canasto, por eso, optaban generalmente por pivots en detrimento de jugadores que ocupasen otras posiciones. A los americanos se les pedía más de 25 puntos y 10 rebotes en todos los partidos. Era ahí donde los dirigentes “ponían la plata”. Pero también eran los “fusibles” de los equipos, los primeros en ser cortados o cambiados si la cosa no andaba bien.
El debut del rubio no fue del todo bueno. Ante Atenas en La Caldera sólo anotó 2 puntos en 12 minutos con una conversión en tres intentos y dos rebotes, uno en cada tablero. En su defensa, hay que decir que se cargó muy rápidamente de faltas y finalmente se fue por 5. ¿Este es el americano que trajimos? Se preguntaban algunos aquella noche de la presentación. Dos días después, mejoró en su segunda presentación ante Olimpo de Bahía Blanca (nueva derrota) al acabar con 18 puntos más 10 rebotes en un total de 25 minutos, ya que otra vez se cargó de faltas tempranamente (terminó con 4)
Para la fecha siguiente, la tercera, al Rojo le tocaba visitar a Ferro en el mítico Héctor Etchart, y muy cerca estuvo de quedarse con la victoria. Ball jugó su mejor partido con la camiseta del conjunto neuquino: 33 puntos con muy buena efectividad, ya que tiró para hacer 44. Lamentablemente para Armer, al partido siguiente, de local frente a Echagüe, en lo que significó la primera victoria en la Liga, el pivot volvió a tener un juego flojo, ya que solo anotó 13 puntos a pesar de jugar los 40 minutos.
Luego llegaron dos nuevas derrotas para Independiente, que parecía todavía no adaptarse a la categoría. Fueron ante Provincial de Rosario y Gimnasia de Pergamino. Ball tuvo un buen partido ante los rosarinos con 27 puntos y 12 tableros, pero fue ampliamente superado por Barry Gardner contra los pergaminenses: salió por 5 faltas y sólo convirtió 13 tantos, contra 25 y 18 rebotes del extranjero rival.
En la siguiente jornada llegaría el primer triunfo como visitante del Rojo en la elite, 90-68 en Concordia frente a Estudiantes, con 16 puntos y 4 rebotes de Lance en 32’. Independiente seguía en el fondo del Grupo 1 con 2 victorias y 5 derrotas, igual que su vencido de esa noche, pero haber obtenido el primer triunfo de visitante le otorgaba cierta energía como para comenzar a levantar de cara a la segunda ronda de la primera parte de la temporada, ya que desde ahora debía enfrentar nuevamente a los rivales con los que ya había jugado, pero esta vez invirtiendo la localía.
Así fue que la segunda ronda arrancó con Independiente visitando a Atenas, el campeón vigente, en Córdoba. El Rojo había hecho un gran partido en aquel juego en La Caldera que significó el debut en la Liga y nuevamente volvió a jugar en alto nivel ante uno de los grandes. Fue derrota ajustada: 96-93. Ball con 24 puntos, fue el goleador del Rojo y también lo fue en el partido siguiente en Bahía Blanca ante Olimpo con 19 puntos (derrota por uno: 84-83)
Llegaba la décima fecha y el turno de recibir al Ferro de León Najnudel y Miguel Cortijo en La Caldera, en lo que sería el último partido de Lance Ball en Independiente. Eran tiempos de híper inflación en el país y bancar un contrato en dólares de un jugador estadounidense era sumamente difícil. Antes del partido se le entregó un recuerdo y la multitud presente en la cancha lo ovacionó.
Y esa noche además el local pudo romper un maleficio, como lo eran los juegos de final cerrado: hasta el momento no había podido ganar ninguno, pero todo cambió esa noche. Con una muy buena defensa del Chino Daniel Barrales sobre el mago santiagueño y un juego dinámico en ataque logró quedarse con un gran triunfo ante su gente.
En su último partido con la camiseta de Independiente, Ball metió 20 puntos en 35 minutos, aunque con bajos porcentajes de cancha, ya que anotó solo 8 de los 21 dobles que intentó (también encestó 4 de 9 en libres). El goleador del partido fue Esteban De la Fuente con 22 y además Luis Oroño aportó 18. En Ferro, los mejores fueron Daniel Aréjula con 19, Javier Maretto con 18 y Ricky Gallon con 16. ¿Cortijo? Solo 4 puntos en 40 minutos con un malo 17 % de cancha, al convertir 2 dobles de 12 intentos. Fue enorme la tarea de Barrales en defensa esa noche.
Al pivot blanco lo reemplazó un extranjero radicado en el país, con todo lo que eso significaba en cuanto a lo económico. Era Eddie Roberson, y con su llegada más la adaptación a la categoría del resto, el equipo mejoró considerablemente hasta ganar la A2 y poner en aprietos en los play offs a Ferro, que luego sería el campeón.
Según un recuadro aparecido en la edición número 10 de la por entonces incipiente revista “Solo Básquet”, Ball jugó sus últimos cuatro partidos de manera gratuita: “A la gente de Independiente no le puedo reprochar nada, entiendo la situación económica y era consciente del desnivel que existe actualmente con el dólar, por eso no presenté inconvenientes en jugar sin cobrar”, dijo en aquel entonces. Tras dejar Neuquén, fichó por Petrox de Talcahuano, uno de los equipos más fuertes de la liga chilena.
Dicho por varios de sus ex compañeros, lo que más impactaba de Ball era su porte: alto (2.08), rubio, ojos claros y un físico muy trabajado para la época. Todo el mundo lo miraba de arriba abajo en la calle. “Yo salía caminando con él y era impresionante como lo paraba la gente para pedirle autógrafos. Llamaba mucho la atención”, dice Fabio Martín. Según el recuerdo de varios que compartieron esos meses con él, Ball era todo un rompecorazones en aquellos finales de los 80 en la ciudad de Neuquén. “Me contó que le pasaba lo mismo en todos los lugares donde había jugado”. agregó Martín sobre el tema.
Uno de esos lugares fue Villa Regina, en el 87. Allí también lo volvían loco en la calle. Ese plantel, muy recordado en la localidad, era dirigido por Ricardo Jachuk y además del blondo pivot estaba compuesto por los nacionales Luis Heredia, Luis Núñez, Rick See Grass, Alejandro Carulla, Héctor Riolfo, Marelo Montalodo, Carlos Gagliardi, Gustavo Esteybar y los juveniles Pablo Chiuchiarelli, Marcelo Ellía y Marcelo Piñol.
“Recuerdo haberlo enfrentado cuando estuvo en Regina y yo jugando para Independiente”, cuenta Araoz, quien además fue asistente técnico de Armer en ese plantel de la primera liga en el que Lance era el extranjero. “Era un pivot muy técnico en cuanto a sus movimientos”, lo describe años después el Pollo.
Lejos está de ser uno de los que más huella dejó en Independiente, pero sí tiene el privilegio de haber sido el primero en la historia del Rojo en la Liga Nacional. Alto, rubio y con pinta de actor de cine, Lance Ball jugó cuatro partidos gratis y se llevó una plaqueta y el cariño de la gente de Neuquén.