Por Nicolás Tamborindegui
1995 fue un año soñado para el básquet neuquino, quizás el mejor de la historia por, al menos, cuatro razones: 1º) Neuquén ganó el Campeonato Argentino de Básquet por primera vez en su historia y nada menos que en la Capital Federal y ante el local en la final, 2º) Se inauguró el estadio Ruca Che, uno de los más modernos y mejores de la época en Sudamérica, 3º) Organizó el Preolímpico, en el cual Argentina volvió a clasificar a un Juego Olímpico después de 15 años, y 4º) Organizó el Juego de Las Estrellas de la Liga Nacional de Básquet. Este último evento es el que me ocupa hoy.
Tras el auge del Preolímpico y con el Ruca Che como arma de seducción, el Juego de las Estrellas, que no se había disputado en 1994, llegó a Neuquén para aprovechar también el furor por el básquet que había renacido en la provincia. Al clásico juego del Norte vs. el Sur, el torneo de triples y el de volcadas, se le sumó un partido entre la selección neuquina flamante campeona del Argentino y un combinado integrado por jugadores de la liga que no formaban parte del choque principal del domingo.
Sin embargo, la gran atracción de ese fin de semana fue la presencia de una mascota de la NBA, algo raro de ver por estos pagos. De hecho, era la primera vez en la historia de la Liga. El elegido era nada más y nada menos que “The Gorilla” de los Phoenix Suns a la que veíamos hacer divertidos sketchs cuando el equipo de Charles Barkley jugaba por ESPN. Las cosas que hacía no eran comunes en nuestro país, menos aún en tiempos sin internet ni redes sociales, por lo que su presencia cautivó absolutamente a todo el mundo. Aún recuerdo como, durante el entretiempo del partido principal del domingo, el gorila apareció haciendo palmas en uno de los pasillos del Ruca Che de esos que dividen las populares de las plateas (hoy son rebatibles, no lo eran en esa época). Rápidamente corrí desesperado para poder “chocarle las 5” a la célebre mascota, algo que hasta el día de hoy le cuento a mis amigos del básquet con orgullo.
No fue mi único “logro cholulo” de esos días: Marcelo Milanesio apareció un día de sorpresa en un campus que había para los chicos que jugábamos en las formativas de Independiente y también varios pudimos saludarlo. Hasta nos regaló calcos a todos (de Topper 3×3, que se estaba lanzando) y charló un rato con nosotros en La Caldera.
Topper, sponsor de la Liga, había colocado un stand en la puerta del Ruca Che y las remeras con el logo del Juego de las Estrellas se vendían como pan caliente. Estaba todo dado para que sea una gran fiesta, y así fue. Ayudaba mucho que las principales figuras de la selección estuvieran presentes porque jugaban en el país, contrariamente a lo que ocurre desde el 2000 en adelante.
La selección de Neuquén que venía de consagrarse en el Argentino de Capital Federal participó de la fiesta. Venció a un combinado de jugadores nacionales (eran quienes mayormente participan de los torneos de triples y de volcadas pero no del partido de las estrellas) con amplitud el día anterior al gran choque. Las volcadas quedaron en poder de un joven Fabricio Oberto, que tenía 20 años.
El sábado, el Gorila hizo algo espectacular: se tiró con una soga desde el segundo piso del estadio (unos 10 metros) hasta el centro de la cancha, lo mismo que hacía en los partidos de los Suns en la NBA, para el delirio del estadio, que disfrutaba como nunca un show de un nivel nunca visto en nuestro país. Mas tarde, llevaría en andas al saxofonista Pablo Bongiovani mientras tocaba para todos los presentes.
El torneo de triples fue uno de los momentos más emotivos de la noche. Lo ganó el Pichi Héctor Campana que en ese momento jugaba para Peñarol. Superó a grandes tiradores de la competencia doméstica como Leandro Ginóbili, Facundo Sucatzky, Mario Milanesio y Jorge Chino Zulberti y se quedó con el premio que le faltaba: “Ya había ganado el torneo de volcadas y el MVP, y los triples nunca fueron mi especialidad”, le dijo a la revista Solo Básquet. Una verdadera ovación se llevó el Pichi de los cuatro costados del Ruca Che.
A cancha llena se jugó el partido principal. Marcelo Milanesio, Campana, Espil, Diego Osella y Horacio Beigier fueron los titulares en el Norte, mientras que Marcelo Richotti, Esteban Gallo Pérez, Esteban De la Fuente, Rubén Wolkowyski y Hernán Montenegro arrancaron para el Sur. Mario Guzmán y el Ché Néstor García fueron los entrenadores.
Lo bueno del partido fue que, si bien o faltaron las jugadas decorativas para el lucimiento, nunca se dejó de lado la competitividad. Quedó claro desde el primer momento que ambos tenían intenciones de llevarse el triunfo y salió un muy buen duelo de básquet. Jugaron fuerte pero también se engancharon con las locuras de la mascota de los Suns. Ellos también hasta ese momento solo podían disfrutarlo por la tele y ese día lo tenían como invitado de lujo a su show.
El juego llegó a un final cerrado y quedó en poder del sur por 100-96. Hubo buenas actuaciones de Wolkowyski (16 puntos), José Luis Gil (16 puntos) y De la Fuente (14 puntos, siempre muy querido por el público neuquino por su paso por Independiente) en el ganador; y de Espil (21), Ossella (19) y Oberto (14) para el Norte. De todas maneras, la gran figura fue el Loco Montenegro, que aportó para la causa 20 puntos y 6 rebotes. Fue elegido el MVP, o sea, el jugador más valioso del partido.
Y ahí fue cuando llegó la verdadera frutilla del postre, una de las declaraciones más recordadas de la historia del deporte argentino. Antes de recordarla, hay que contextualizarla: Hernán, que por entonces lucía una cabellera rubia platinada, no se había ido bien de la selección en la previa de lo que fue el título panamericano y el subcampeonato en el preolímpico en ese 1995. Si bien en el caso de la cita de Mar del Plata la explicación fue una lesión en el aductor, los verdaderos motivos nunca estuvieron claros y se habló mucho de una concentración que había sido bastante caótica. Luego de la clasificación a Atlanta 96, el DT de la selección, Guillermo Vecchio, dijo que a los Juegos irían los mismos 12 que lograron el pase, con lo cual, el bahiense quedaba son chances de jugar los Juegos Olímpicos, uno de sus grandes deseos. Tras esos sucesos, Montenegro no volvió más a la selección.
De regreso a esa noche del 16 de septiembre del 95 en el Ruca Che, la cosa fue así: Tras recibir el premio al mejor del partido de manos de José María Cuadrillero, y de ser llevado en andas por sus compañeros, al Loco se le acercó Miguel Simón, que hacía campo de juego en la televisación de TyC. La primera pregunta, siempre para romper el hielo, fue la siguiente: “”Hernán, ¿una buena manera de arrancar la temporada con este premio no?”. En vivo y en directo, Montenegro arrancó normal y termino… a lo Montenegro: “Mirá, no sé si es una buena manera de arrancar la temporada, pero sí sé que me llevo de acá, de esta gente, mis compañeros, que fue lo más lindo que me dijeron siempre, que me lo merecía porque…qué se yo, porque soy como soy y conocen a la persona. Se lo dedico a mis hijos…y al hijo de mil puta de Vecchio”. Acá se puede ver ese histórico momento: https://www.youtube.com/watch?v=j7j_zGqKsH0
Miguel Simón se queda sin palabras tras las declaración del interno, en una época en la que las puteadas en TV no eran tan comunes como lo son ahora. Por ese hecho anecdótico, la séptima edición del juego de las estrellas cada tanto aparece en algún medio especializado, pero no hace falta, fue una de las mejores por todos los condimentos ya mencionados, y los neuquinos tuvimos la suerte de ver todo en vivo y en directo, en ese 1.995 tan positivo para el básquet de la provincia.
La síntesis del partido principal:
SUR (100): M. Richotti 3, E. Perez 10, E. De la Fuente 14, R. Wolkowyski 16 y H. Montenegro 20 (FI) E. Michel 4, F. Sucatzky 6, J. Zulberti 7, J. Gil 16, J. Aispurúa 0 y R. Scolari 4. DT: N. García
NORTE (96): M. Milanesio 10, H. Campana 14, J Espil 21, H. Beigier 19 y D. Ossella 4 (FI) F. Oberto 14, D. Farabello 1 y G. Díaz 11. DT: M. Guzmán
Árbitros: Raúl Chávez, Eduardo Bellón y D. Rodríguez
Parciales: 27-30, 49-48 y 77-69
Estadio: Ruca Che, Neuquén