Por Nicolás Tamborindegui
El draft de la NBA es el sistema por el cual las franquicias eligen a los jugadores más destacados menores de 23 años. Hoy en día aparecen muchos jugadores internacionales, pero hasta fines de los 90, las dos primeras rondas estaban destinadas a los mejores jugadores del baloncesto universitario. Los que son elegidos en los puestos más altos son los que más posibilidades tienen de una larga carrera en la NBA, aunque suele haber excepciones, ya que el paso dedes el básquet colegial no es fácil.
Actualmente el draft cuenta con dos rondas, pero entre el 85 y el 87 tuvo siete y en el 88, tres. Muchos de los extranjeros que llegaban a la Argentina en los comienzos de la Liga Nacional allá por finales de los 80 o principios de los 90 habían sido elegidos en segunda, terceras o cuartas rondas (o más atrás) en esos años. La dinámica era en general muy común para todos en esos años: si no lograban un hueco en algún roster de la NBA, intentaban en Europa o en ligas menores de los Estados Unidos (CBA por ejemplo) y al cabo de unos años terminaban en el incipiente mercado argentino, muchas veces lejos de sus mejores años y maltrechos físicamente.
Cada tanto, de todas maneras, sorprendía la llegada de un “pick alto” a la Argentina, o sea, un jugador elegido en buenos puestos de la primera ronda. Así llegaron Glenn Mosley (20 en el draft de 1977 elegido por los Sixers) que fue campeón con Ferro en la primera Liga, y Clifford Pondexter (16 en el draft de 1974 elegido por los Bulls) que jugó sólo 5 partidos en Sport Club de Cañada de Gómez en el año 1987. En el 89 jugó un solo partido en Olimpo de Bahía Blanca, Tom Sewell (puesto 22 en el año 84, Philadelphia) y en el 90, 11 partidos en Ferro un americano llamado Eddie Phillips, que había sido elegido en el 21º por los Nets en el 82.
En la temporada 92/93 llegaría a nuestra liga el que era, hasta ese momento, el jugador de mejor draft de todos los que habían arribado a jugar en el país, y lo traía nada más ni nada menos que Independiente de Neuquén. Se llamaba Keith DeWayne Lee, un ala-pivot o pivot de 2,08 de altura, tenía en aquel entonces 29 años y había sido elegido en el puesto 11 del draft de 1985. En ese mismo sorteo habían sido seleccionados jugadores de la talla de Patrick Ewing (número 1), Chris Mullin (7), el alemán Detlef Schrempf (8), Charles Oakley (9), Karl Malone (13), Joe Dumars (18) y el sudanés de 2,31 de altura Manute Bol (31). Sí sí, tal como se lee: lo eligieron antes que al Cartero Karl Malone, uno de los mejores jugadores en la historia de la NBA
Si hacemos un repaso a la historia de los drafts de la NBA en los últimos 40 años, otros jugadores destacados de la liga norteamericana que han sido elegidos en el puesto número 11 han sido Derek Harper (año 83), Kevin Willis (84), John Salley (86), Reggie Miller (87), Nick Anderson (89), Robert Horry (92), Allan Houston (93), JJ Redick (2006), Klay Thompson (2011), Domantas Sabonis (2016) y Shai Georgeous Alexander (2018), entre otros. En ese mismo puesto fue elegido el jugador que llegó esa temporada a Independiente.
Durante sus tiempos universitarios, Lee se había destacado jugando para Memphis State. En su primer año fue el único debutante de la división I de la NCAA en promediar doble-doble (más de 10 putos y 10 rebotes) con 18,3 tantos y 11 recobres por partido, para ser elegido novato del año en su conferencia. Además, fue seleccionado en todas sus temporadas en equipos All-American, en el primero del 85, en el segundo en los años 82 y 83 y en el tercero en 1984. En su primera temporada fue también líder en la clasificación de tapones en todo el básquet colegial de Estados Unidos con 102, por encima de jugadores como Ralph Sampson y Patrick Ewing. En sus cuatro años como universitario promedió 18,8 puntos y 10,4 rebotes, por eso eran muchas las franquicias de la NBA que lo querían
Finalmente fueron los Bulls de Michael Jordan los que lo eligieron en ese pick 11, pero lo traspasaron esa misma noche a Cleveland por los derechos de Charles Oakley y Calvin Duncan. A pesar de las grandes expectativas que había generado por su gran campaña universitaria, poco y nada pudo demostrar Lee en la NBA. Su primera temporada fue más que aceptable: 7,4 puntos y 6,1 rebotes por cotejo.
Ese año en los Cavs, Lee tuvo como técnico a George Karl primero y a Gene Littles después, y algunos de sus compañeros de equipo fueron el mítico World B. Free, John Bagley, Mel Turpin, Eddie Johnson y Mark West. El balance fue bastante pobre, con un récord de 29-53 y una quinta colocación en la división central como posición final.
A pesar de su prometedor debut, al año siguiente comenzó el declive. Jugó poco y fue cambiado al final de la temporada a Portland por Jim Paxson, aunque el pase se cayó por los problemas físicos del interno, que tuvo que pasar un año sin jugar. Antes del comienzo de la temporada 88/89 finalmente si fue cambiado de equipo, en este caso a New Jersey.
Ya aquejado por sus problemas físicos, en los Nets también jugó poco, unos 14 minutos por noche, con medias de 4,8 puntos y 4,5 rebotes. Tras ese año tuvo que pasar otro más en blanco por las lesiones y ya no volvió a jugar en la NBA. En los años siguientes se dedicó a peregrinar por ligas menores de su país. En 1991 fichó por los Suncoast Sunblasters de la USBL y en el 92 por los Rapid City Thrillers de la Continental Basketball Asociation (CBA), donde promedió 3,0 puntos y 4,5 rebotes por partido, claramente lejos ya de sus mejores épocas.
Al año siguiente sale por primera vez de su país para jugar en el exterior, y lo hace en la Argentina y ahí es cuando llego a nuestra ciudad, Neuquén. Independiente, dirigido por el Pollo Daniel Aráoz disputaba su quinta temporada en la elite del básquet nacional y venía de un muy buen octavo puesto con un plantel y un presupuesto medido. Ya no estaba el ídolo Melvin Johnson (se había ido a Quilmes de Mar del Plata) y para apuntalar a los nacionales (Daniel Barrales, Javier Maretto, Guillermo Coissón, Leonardo Sandón, Alejandro Allegretti y Fabio Martín) apostaban fuerte a la dupla de extranjeros: el alero anotador David Russell, con grandes antecedentes en España, y Lee, un interno ex-NBA, con todo lo que eso significaba para la época. “Si el norteamericano Keith Lee es como lo pintan, vamos a andar muy bien”, le decía Javier Maretto en la previa del arranque de la liga a la revista Solo Básquet en su número 162.
En esa época, sin internet ni celulares, conseguir información certera y actualizada de los jugadores extranjeros era casi una misión imposible. Pocos sabían, seguramente que por lesiones, Lee había pasado dos años en blanco y que venía de ligas menores de los Estados Unidos con flojos promedios. De todas maneras, al ser la Argentina una liga relativamente nueva, un ex-NBA era una apuesta más que interesante. Se pensaba generalmente que, por el nivel de nuestra liga, un pick tan alto del draft debía marcar diferencias prácticamente “sin despeinarse”.
El primer partido de Lee fue flojo. En realidad fue malo para todo Independiente (menos Russell que metió 37) que en el debut ante su gente en La Caldera cayó categóricamente frente a Boca por 99-72. El pivot dejó una mala imagen, con 10 puntos y 9 rebotes en 32 minutos (5 de 11 en dobles, erró el único tiro libre que intentó). Al siguiente, victoria de local ante el Peñarol de Richotti, Maggi y Sam Ivy, mejoró un poco, con 19 puntos, 10 rebotes en 40 minutos, aunque con una floja estadística en tiros de campo: 8 de 24.
“En el primer partido frente a Boca pareció desconcertado. Se lo notó falto de estado físico adecuado y eso acentuó su lentitud de desplazamientos. Mejoró frente a Peñarol y fue decisivo en los instantes definitorios. Conoce el oficio, entregó buenas asistencias pese a ser interior y tuvo baja efectividad”. Así lo analizaba tras los dos primeros partidos Oscar Delfor Ibáñez para el número 163 de Solo Básquet (15-9-1992).
Al siguiente partido, en San Luis ante GEPU, Lee volvió a mostrar las mismas virtudes y defectos que en los dos primeros partidos: el oficio, al bajar 16 rebotes, fue lo bueno, y los porcentajes lo malo, ya que convirtió solo 14 puntos después de tirar para 37. Fue triunfo de los puntanos 116 a 85, en una noche en la que el Gallo Esteban Pérez anotó 8-8 en triples y 37 puntos. Al americano se lo seguía viendo lento y tosco para moverse y su condición física no era la mejor. Por la cuarta fecha el Rojo volvió a perder, esta vez por 1 punto ante Banco Córdoba, 81-80. Otra vez flojo lo de Lee: 12 puntos y 7 rebotes en 30 minutos con un 37% de efectividad en dobles. Sus pergaminos NBA no aparecían y la paciencia se acababa.
Curiosamente, los mejores partidos de Lee en Neuquén se vieron cuando ya se sabía que lo iban a cortar. Por la jornada siguiente, la quinta, Independiente volvió a perder (88-76), esta vez de local ante Sport Club, equipo dirigido por un joven Sergio Oveja Hernández. El estadounidense metió 20 puntos y bajó 10 rebotes en 24 minutos. Pero eso no fue nada comparado con su último juego con la camiseta del Rojo, dos días después, también en La Caldera, ante Regatas de San Nicolàs. A pesar de la derrota 85-83, convirtió 30 puntos y bajó 16 rebotes, encestando además su primer y único triple durante su corta estancia en Neuquén. “Los primeros cuatro partidos estuvo muy flojo. Cuando le dijeron que lo iban a cortar jugó un partidazo y metió como 30 puntos”, recuerda hoy en día Fabio Martín.
Lee fue cortado y en su lugar llegó Leonard Allen, quien jugó solo un partido y después Randy Owens, un muy buen jugador pero que llegó lesionado. Finalmente el portorriqueño Edgar León ocuparía ese lugar, en un año que no fue para nada bueno para el Rojo, que terminó descendiendo en el repechaje con el segundo del TNA, que era Independiente de General Pico.
Tras su breve paso por Independiente, se sabe que volvió a los Estados Unidos para jugar dos temporadas más en la USBL, primero con los Memphis Fire y después con los Jackson Jackals. En Memphis, la ciudad de sus tiempos de gloria como universitario, fue el líder de esa liga en rebotes con 14,5 de promedio por partido.
Muchas expectativas generadas con su llegada, poco juego en los primeros partidos y solo rindió cuando le avisaron que la historia no daba para más. Así, sin pena ni gloria, fue el paso de un ex-NBA y número 11 del draft por la ciudad de Neuquén en aquellos primeros años de la Liga Nacional que tenía de todo. Y pensar que siete años antes de su paso por el Rojo, un equipo de la NBA lo prefirió a él antes que al fenomenal Karl Malone.