De Rosana a sus maestros: “Más pasan los años, más los valoro”

"Menos mal que cambió de entrenador", largó Segura y fue todo risa. González dio el okey, con Sastre como testigo central.

 

Esta vez las campeonas hicieron hablar a sus maestros. Y apareció un trío neuquino para develar secretos que estuvieron guardados muchos años. Fue como una charla de café, todos del palo y seguramente por ese motivo brotó una historia desconocida o, al menos, que no fue indagada. ¿De qué se trata? Rosana Sastre y los entrenadores que la marcaron, Bernardo Segura y Ricardo González, tiraron data.

Fue en el zoom Charla de Campeonas de patín carrera, que tuvo un nuevo capítulo. La saga empezó a mediados de mayo y después de varias conversas entre las mejores de la historia, fue el turno de compartir más de dos horas y media con los técnicos que las marcaron.

Además de Rosana, Segura y González participaron Claudia Rodríguez, María Eva Richardson, Andrea González, Nora Vega y la anfitriona e ideóloga Estefanía Fasinato, todas doradas. Los demás entrenadores fueron Carlos Lugea, José Luis Brula, Oscar González, Diego Concetti, Omar Di Lisio, Reinaldo Vega y Alfredo Fasinato.

En el capítulo de neuquinos arrancó González: “Las felicito por esta gran idea. Soy un agradecido de este deporte y lo que compartí con ustedes me hizo crecer”.

Después contó su primeros pasos en el patín. Admitió que al principio (año 82) no tenía ni idea de lo que era y tuvo que investigar a fondo para interiorizarse sobre la disciplina.

Metido de lleno y en el progreso de su grupo de trabajo, Segura y Rosana, piezas clave de la Asociación Española, eran sus grandes rivales. Hasta que un día “una señorita apareció en el gimnasio y me dice ‘quiero empezar a entrenar con vos’”.

Sorprendido, González le respondió: “Lo que yo te puedo dar es físico y voy a tratar de ir aprendiendo junto a vos”. Ahí nació la mejor versión de Sastre, que ya tenía la experiencia del Mundial de Australia y estaba lista para dar el gran salto.

Después tomó la palabra Segura. “No me lo olvido más. En el 82 se hace un campeonato Argentino en Neuquén, que fue un éxito. Nosotros no teníamos escuela y yo me la pasaba en el medio de la pista de la Española esperando que los chicos vayan a patinar”, arrancó.

Y siguió: “Un día apareció ella con Mari, la madre. Su hermano Claudio ya estaba y había una gran camada, Aníbal Cañuqueo, Héctor Troncoso…Ellos fueron los primeros con los que realmente empecé a entrenar”.

Sobre Rosana contó que “venía de artístico, pero se adaptó muy rápido. Por eso decidimos llevarla a un Argentino en Mar del Plata. Fue de suplente y terminó como la mejor neuquina de la categoría (13-14 años). Después fuimos a Rosario y ahí ya salió campeona. Corría sin esfuerzo y ganaba”.

Esa producción la llevó a la selección y el cuerpo técnico insistió con sumarla al equipo para Australia. “Yo no quería que fuera, no quería equivocarme. Pero viajó y terminó cuarta. Fue un gran desafío, veía las condiciones, pero no me animaba”, dijo Segura y lanzó una de las máximas de la charla: “Menos mal que cambió de entrenador (jajajaj)”.

La adolescencia fue todo un tema y generó incertidumbre en la carrera de Sastre. “Ella era chica pero ya llevaba a todo el grupo de la Española. El problema lo tuvo después Ricardo (más risas)”, afirmó Segura.

Y González dijo lo suyo: “Siempre la consideré un talento y a mi entender los talentos son todos vagos. Piensan que les va a salir todo bien, que van a ganar siempre. Todo se les hace fácil. En algún momento lo que más le costaba era ir a entrenar. La íbamos a buscar a la casa, le decíamos por favor levántate”.

Además de la edad hubo otro cambio clave: el de las ruedas. “Había desaparecido durante un tiempo largo, hasta que un día cayó en moto –siguió González-. Nosotros estábamos entrenando y le digo ‘qué haces acá. Acá no venís más. Tomate el tiempo que quieras y cuando estés decidida, volvés’. Fue una enseñanza de vida. Y valió la pena porque hizo un clic”.

Rosana no sólo volvió, sino que fue con todo. “Es que cuando se ponía en serio, era una animal. El tema era empezar a entrenar. Una vez arriba de los patines, listo. Hacía 10, 20 kilómetros….”

Sastre, muy atenta a las palabras de sus DT, encontró un hueco en la charla y asintió en todo. “Es verdad. Me había ido a vivir sola. Me costaba encontrar el rumbo de mi vida. Sin el apoyo de Ricardo no sé que hubiera pasado. Por eso le agradezco tanto que se haya cruzado en mi camino. Fue un pilar. Y sin la formación de Bernardo tampoco hubiera llegado de la mejor manera. Más pasan los años y más los valoro”, sentenció Rosana, la mejor patinadora neuquina de la historia. Una gran campeona que nunca se olvida de sus maestros y, rodeada de campeones, se los hizo saber.

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