Por Carolina Magnalardo
De antemano, el nombre impone respeto. Las Cabronas de Buta Ranquil no se andan con vueltas, tienen un carácter fuerte y cuando se ponen un objetivo nada las para. Eso sí, su mayor precepto es el respeto hacia los demás y la no violencia.
El equipo cuenta con 17 jugadoras de entre 21 y 41 años, un director técnico y un preparador físico. La prioridad es divertirse, valorar el esfuerzo de cada una y practicar un deporte. “La mayoría trabaja en comercio y salir a jugar a la pelota nos despeja la cabeza”, dice la arquera Valeria Ortiz.
Las Cabronas nació en marzo de 2019 con la idea de ser un espacio conformado por mujeres que no estuvieran en ningún equipo e incluso que nunca hubieran jugado al fútbol, para entrenar y participar de un torneo que se realizaba en aquel momento. “Les escribí a varias chicas y les pregunté si querían jugar y así fue que juntamos 10. Una de ellas no podía por problemas en su rodilla y entonces se ofreció como DT. Finalmente decidimos no jugar el torneo pero sí entrenar y aprender”, comentó.
“Muchas de nuestras jugadoras jamás habían tocado una pelota. Cada vez se sumaban más chicas que les gustaba jugar pero más que nada, nuestra idea de que ninguna era mejor que la otra y que cada una se ganaba su puesto por el esfuerzo que ponía en los entrenamientos, sin importar la habilidad a la hora de jugar”, relata Valeria, que con sus 35 años es la segunda más grande del equipo, detrás de Mabel (41).
“Muchas de nuestras jugadoras jamás habían tocado una pelota. Les gustó la idea de que ninguna era mejor que la otra y que cada una se ganaba el puesto por el esfuerzo en los entrenamientos”, dijo Valeria Ortiz, dueña del arco de Las Cabronas.
Tienen un contrato de convivencia, firmado por todas, donde se prioriza la buena convivencia grupal y se establece que cualquier malentendido se debe hablar y arreglar sin recurrir a los malos tratos.
Entrenan tres veces por semana en una cancha privada de césped sintético de fútbol 5 y por ahora sólo han jugado torneos de 5 y 8 en Buta Ranquil, Chos Malal y Tricao Malal. “En todos abonamos la inscripción y por suerte en el traslado nos ayudó la Municipalidad, cediéndonos una camioneta”, afirmó.
Para pagar el espacio para entrenar y otros gastos, decidieron que cada una abonara una cuota mensual y generar así un fondo común. “Primero compramos elementos para entrenar como pelotas, pecheras y conos y justo antes de que empezara la pandemia logramos comprarnos nuestras camisetas”, cuenta con orgullo.
Si bien en la ciudad hay muchas jugadoras y la actividad crece, el único equipo constituido como tal es Las Cabronas: “Acá no se fomenta mucho el futbol femenino, tampoco tenemos un subsidio del gobierno aunque sí nos ayudan en el momento que tenemos que viajar a otra localidad. Junto cuando empezó la pandemia íbamos a realizar un torneo y en desde el municipio nos iban a ayudar pero quedó suspendido”.
Uno de los peores momentos que pasaron como equipo fueron los primeros partidos donde perdían a veces por 25 goles de diferencia. Con el tiempo fueron mejorando hasta alcanzar un segundo puesto en un campeonato, lo que significó el mayor logro hasta ahora. “Estamos esperando a que nos den permiso para retomar los entrenamientos y volver a estar en buena condición física para realizar nuestro torneo. También queremos que el equipo siga creciendo y se sostenga en el tiempo para continuar aprendiendo”, relata con la esperanza de que pronto la pelota vuelva a rodar.